Muchas veces hemos enseñado y escuchado del poder del Espíritu Santo, del fuego y mover del Espíritu Santo, pero hay algo muy importante que necesitamos entender, y es que el Espíritu Santo no es una paloma o una cosa, es una persona.
Juan 14:26 nos muestra que el Espíritu Santo es quien nos va a enseñar todas las cosas del reino y la Palabra de Dios. Tal vez algunas personas leen la Biblia y no la entienden, eso se debe a que la leen sin revelación.
En ese sentido, tal como dice Juan 16:13, es el Espíritu Santo quien nos guía, por ello antes de leer la Biblia debemos orar y pedirle entendimiento y revelación,
”El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.“ Juan 14:17.
De acuerdo a la Palabra, desde que entregamos nuestra vida a Jesús, tenemos a alguien que nos acompaña en nuestro caminar, que está con nosotros de día y de noche, se trata de la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo de Dios.
Podemos ver qué, es un verdadero privilegio para nosotros conocerle, es un regalo inmerecido que Dios nos da al recibir a Jesús, así como la salvación. Esto es, porque los hijos de Dios nos movemos en fe, no necesitamos verle para creerle cómo en el mundo, sino que creemos para ver.
Cómo hijos de Dios, debemos recordar que el Espíritu Santo nos identifica con Cristo, somos sellados con Él como dice Efesios 1:13. Y es gracias al Espíritu Santo, que también le pertenecemos a Cristo (Romanos 8:9).
En la Biblia, en Hechos 8:26-40 está la historia de un etíope que tenía su cultura y su religión, y que estaba leyendo al profeta Isaías y mientras estaba tratando de entender esta escritura, el Espíritu Santo le habla a Felipe para que vaya hasta este hombre para enseñarle la verdad de Dios.
Iglesia lo que quiero con esta enseñanza, es que usted entienda la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros. Si somos hijos de Dios, no podemos dejarnos guiar por nuestras emociones o por las situaciones del día a día, sino por la guia del Espíritu Santo (Romanos 8:14).