En Mateo 3:16: Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. La palabra cuenta que cuando el hijo de Dios fue bautizado se abrieron los cielos, y eso es una realidad presente, donde está su presencia hay cielos abiertos.

Quiero enseñar sobre como tener un encuentro con el Espíritu Santo, Él siempre se hace presente donde hay hambre.

Al Espíritu Santo se le compara con una paloma, pero no es una paloma, y se establece esta comparación, porque la paloma tipifica humildad y gentileza, es decir, Él no reposa donde hay orgullo y arrogancia. También le comparan con viento, pero Él no es viento, esto es porque sopla sobre nosotros, se le compara con fuego, pero no es fuego, esto lo hacen porque Él purifica.

En el versículo citado, en Mateo 3:16, dice que “…al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”, en el hebreo original dice que “reposó sobre él”, esto es, que permanece con nosotros y en nosotros, que encuentre en nuestro ser una casa donde pueda habitar.

Quiero compartir las características de una persona que posee el reposo continuo del Espíritu Santo:

  1. Tiene temor permanentemente a Jehová sobre su vida, tiene respeto por su presencia y vive en adoración continua.
  2. Tiene hambre de la presencia de Dios, y no como el hambre natural, donde usted come y se sacia, el hambre por su espíritu es la que produce más hambre. Además, tiene expectación de que algo hará el Señor. ¡Él llena a los hambrientos de su presencia!

Uno de los retos más grande que usted puede tener, es vivir con hambre estando lleno, muchos creen que lo han vivido todo, que lo han experimentado todo en el Señor y pierden el hambre por saber de Él, entonces, desde ese preciso momento comienzan a secarse, y se aparta de ellos el reposo continuo del Espíritu Santo.

Mi invitación es que, no vivas de lo que ya pasó, de los encuentros pasados, porque el Espíritu Santo quiere derramarse cada día de tu vida, a tal punto de rebosar.

Recuerda, el Espíritu Santo reposa permanentemente donde hay hambre de su presencia.

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