Actualmente estamos dando una batalla contra esta pandemia llamada Covid-19, pero no solo es esta; todos pasamos por diferentes batallas todos los días, por lo que les voy a dar una enseñanza de cómo hacerles frente a las batallas y cómo obtener victoria, porque no solo es pelear la pelea sino obtener victoria.
Vemos en el libro de Éxodo 17:8-16, que Amalec fue la primera nación con la que los israelitas se enfrentaron en una guerra mientras peregrinaron en el desierto y para que entendamos dónde ocurrió esto vayamos a Números 24:20.
Para aquel momento los israelitas no habían entrado en batalla, recordemos que Israel estaba esclavo en Egipto, no era guerrero sino fabricante de ladrillos por lo que era Jehová Dios quien tenía que pelear por el pueblo.
Luego que Faraón dejó ir al pueblo de Israel, Dios los llevó por las tierras de los filisteos y dijo para “que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra y se quiera devolver a Egipto”, esa es la razón por la que Dios los condujo por ese camino, pero ahora Dios tiene que luchar con y junto a ellos para vencer a los amalecitas.
Recordemos que los amalecitas eran descendientes de Esaú, veamos Génesis 36:12 y 36:16, donde nos damos cuenta que venían con una maldición genética, era una tribu nómade, depredadora y aborrecedora de la primogenitura de Jacob.
Esaú y Jacob siendo hermanos de una misma madre y de un mismo padre estaban divididos, así también ocurre hoy día en las familias, en los creyentes donde sus miembros tienen una lucha de relaciones continua, pero si vemos algo más profundo nuestro propio ser está continuamente en una guerra; es decir, nuestro espíritu contra nuestra carne.
Con todo esto nos damos cuenta que mientras estemos vivos vamos a ser desafiados constantemente a una guerra y eso también lo vemos en la guerra de si servimos a Dios o servimos al mundo, esta lucha no se va, no sale, no termina sino con oración y ayuno.
Con la oración y el ayuno es la única manera que el Espíritu de Dios reine en nuestro corazón y nos dota de los frutos del Espíritu, también tendremos el poder para ser fiel a Jesús.
Los amalecitas se oponían a las cosas de Dios, así es nuestra carne natural que quiere buscar su satisfacción y se opone a las cosas del Espíritu.
Leamos lo que está establecido en Génesis 25:30-34, allí vemos que a pesar que Esaú perdió su primogenitura, el Señor nos muestra que siempre será fiel y estará frente a nuestras batallas, a pesar que este hombre vendió lo más preciado que tenía Dios fue fiel.
Al darnos cuenta que a pesar de vender la primogenitura no hizo que Dios siguiera con él, no importa el error o el pecado que hayamos cometido, si nos arrepentimos Dios sigue siendo fiel y seguirá peleando por nosotros.
Hay mucha gente mirando las cosas del mundo que las cosas de Dios, no importa el error, Dios va a cambiar tus vestiduras porque Él es un Dios creador y que perdona nuestros pecados.
Para comprenderlo de otra manera, Dios es un Dios de pactos y Él no rompe su pacto, nosotros podemos quebrar el pacto por la carnalidad pero Él no.
Tenemos que aprender a defendernos en las manos del Señor, aprendiendo y aplicando lo que dice la Palabra, que no es con nuestras fuerzas sino en el poder del Espíritu de Dios.
Vemos como Josué comandante y jefe de un ejército se encuentra frente a una batalla, pero él está apoyado por Moisés y Moisés tenía que mantener sus brazos en alto porque mientras lo hacía ellos ganaban la pelea, pero cuando los bajaba perdían, lo que vemos aquí es que la bendición estaba en Moisés.
Iglesia con esta enseñanza quiero que veas es que siempre hay un Moisés en tu vida, alguien que está más arriba, alguien que carga un manto, que carga una unción para la pelea porque hay batallas que no vas a ganar solo sino que necesitas un Moisés, pero tu también tienes que hacer algo y es levantar los brazos de ese Moisés.
En Éxodo 17:8-16, Moisés está intercediendo por el pueblo, asimismo como Cristo intercedió por nosotros y sigue haciéndolo sin importar las dificultades que tengamos.
Para ese entonces, el pueblo de Israel pudo obtener la victoria porque su corazón estaba confiado en Dios, conocían la Palabra y sabían que Dios les dijo que iban a vencer.
La clave es confiar en Dios para obtener la victoria en todas las batallas que se nos presente, porque Él es es Todopoderoso; es decir, tiene todo poder.
Es por ello que, nosotros debemos estar dispuestos a dos cosas: a sufrir una pelea y entrar a batalla, pero debemos esforzarnos en agradar a Dios para que nos dé la victoria.
Debemos saber que en medio de la batalla mientras que le demos honra y gloria a Dios, aunque esté cansado levantaré las manos y Dios me dará la victoria.
Vemos que Josué no destruyó a los amalecitas sino que los deshizo.
Cuando se descuida lo importante que es la oración y el ayuno, la carne se despierta y esto hará que tropieces en el caminar, por eso mucha gente niega la fe y se va de la Iglesia.
Tú tienes que orar por tu propia vida y también por los que están por encima de ti, porque mientras nosotros tengamos los brazos arriba estamos intercediendo por ti y por todo el pueblo.
Pablo le dice a los Corintios lo necesario de este principio, observemos 2 Corintios 1:11-14, y nos damos cuenta que la gloria que está en mis autoridades también está en mí y la gente no te va a ver en derrota sino en victoria.
Pueblo de Dios, fortalecete en el Señor y en el poder de su fuerza, si estás cansado yo oro por ti y te pido que ores por nosotros para que nuestros brazos sean fortalecidos porque cada batalla aunque sea personal es de todos.
Yo me paro en la brecha ahora y le digo al Padre del cielo y de la tierra: no permitas que tus hijos mueran y se pierdan, sino que tu gloria descienda en ellos y los toque, levanta sus brazos, da fuerza al que está débil y levanta al que está caído, tu victoria es mi victoria y le daremos la gloria a Dios.