En virtud de aprender sobre quiénes somos en Dios hoy reforzaremos el principio clave de la identidad espiritual.
Para saber nuestra condición de hijo de Dios también debemos saber lo que no debemos hacer.
Para aprender un poco más tomaremos como ejemplo la historia de Barrabás, cuyo nombre está constituido de dos palabras “Bar” y “Abas” que significa hijo del Padre.
Este hombre quien estaba en la cárcel, condenado a morir recibió un intercambio de parte de Jesús para redimirlo de su pecado.
Este mismo hecho lo hemos vivido nosotros, condenados por nuestros delitos y pecados vino Jesús irrumpió en nuestra vida para librarnos.

En Mateo 27:13-14 y 17-20 nos damos cuenta que Jacob ve más allá a pesar de estar ciego físicamente, porque el Padre siempre sabe los acontecimientos futuros.

13 Pilato le preguntó: —¿No oyes todo lo que dicen contra ti?

14 Y como Jesús no respondió nada, el gobernador se quedó muy asombrado.

17 Pilato le preguntó a la gente que estaba allí: «¿A quién quieren ustedes que ponga en libertad: a Jesús Barrabás, o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»

18 Pilato preguntó esto porque sabía que, por envidia, los sacerdotes principales y los líderes acusaban a Jesús.

19 Mientras Pilato estaba juzgando el caso, su esposa le mandó este mensaje: «No te metas con ese hombre, porque es inocente. Por causa de él, anoche tuve un sueño horrible.»

20 Mientras tanto, los sacerdotes principales y los líderes convencieron a los que estaban allí, para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

Podemos ver como Barrabás recibe este intercambio y también nos damos cuenta que Jesús no se defiende al ser acusado porque sabía el propósito de este acto.
Podemos observar que este tipo de intercambio ha existido desde antes del nacimiento de Jesús porque Dios es quien se encarga de preparar la atmósfera y crear el momento para el intercambio de vida y para que sus hijos reciban las promesas del pacto.
Si leemos Génesis 48:9-14:

Son los hijos que Dios me ha dado aquí en Egipto.

Como Jacob ya no podía ver bien por causa de su edad, le pidió a José:

—Acércamelos. Voy a bendecirlos.

José los acercó a su padre, y él los besó y los abrazó. 11 Entonces le dijo a José:

—Yo había perdido las esperanzas de volver a verte, y sin embargo Dios me ha permitido ver también a tus hijos.

12 José quitó a sus hijos de las rodillas de su padre, y se inclinó ante él. 13 Puso a Efraín a su derecha y a Manasés a su izquierda, y los acercó a su padre. Así Efraín quedó a la izquierda de Jacob, y Manasés a su derecha. 14 Sin embargo, Jacob cruzó los brazos y puso su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda la puso sobre la cabeza de Manasés, a pesar de que éste era el mayor.

 
Volviendo al ejemplo de Jesús vayamos a Juan 10:25- 28 donde una de las condiciones de ser hijo es la manifestación del Padre en nuestra vida.

25 Jesús les respondió:

—Ya les dije quién soy, pero ustedes no me han creído. Yo hago todo con la autoridad y el poder de mi Padre, y eso demuestra quién soy yo. 26 Pero ustedes no me creen, porque no me siguen ni me obedecen. 27 Mis seguidores me conocen, y yo también los conozco a ellos. Son como las ovejas, que reconocen la voz de su pastor, y él las conoce a ellas. Mis seguidores me obedecen, 28 y yo les doy vida eterna; nadie me los quitará.

Además un hijo no se defiende por las calumnias que se levantan en su contra debido a la envidia de otros, sino que sabe que el Padre lo defiende.
Un hijo también escucha la voz del Padre y la obedece, usted y yo estamos aquí porque un día escuchamos su voz que nos llamó y obedecimos.
Asimismo en Romanos 4:4-16 podemos aprender que la confianza y fe en Dios son otros requisitos que debemos tener como hijo.
Primero Dios nos acepta y luego nos transforma y nos hace hijo, porque el plan está gestado desde antes de la fundación del mundo.

Ahora bien, el dinero que se le paga a alguien por un trabajo no es ningún regalo, sino algo que se le debe. En cambio, Dios declara inocente al pecador, aunque el pecador no haya hecho nada para merecerlo, porque Dios le toma en cuenta su confianza en él. David nos habla de la felicidad de aquellos a los que, sin hacer nada para merecerlo, Dios declara inocentes por confiar en él. Así lo dice en la Biblia:

«¡Qué felices son aquellos
a los que Dios perdona!
¡Dios ya se ha olvidado
de los pecados que cometieron!

»¡Qué felices son aquellos
a los que Dios perdona
de todo lo malo que han hecho!»

Pero esta felicidad, ¿es sólo de los que están circuncidados, o también de los que no lo están? Ya dijimos que Dios aceptó a Abraham, porque él confió en Dios. 10 Y no hay duda de que Dios aceptó a Abraham antes de que fuera circuncidado. 11 En realidad, Abraham fue circuncidado para demostrar que Dios ya lo había aceptado por confiar en él. Fue así como Abraham se convirtió en el padre de todos los que confían en Dios, aunque no estén circuncidados. 12 Pero Abraham es también el padre de los que están circuncidados, y que a la vez confían en Dios, pues con esto siguen el ejemplo de Abraham antes de que fuera circuncidado.

13 Dios le prometió a Abraham que a él y a sus descendientes les daría el mundo. Se lo prometió, no porque Abraham hubiera obedecido la ley, sino porque confió en Dios; esto hizo que Dios lo aceptara. 14 Si la promesa de Dios fuera para los que obedecen la ley, entonces de nada serviría confiar en Dios, y su promesa no valdría de nada.

15 Dios castiga a los que desobedecen la ley; pero cuando no hay ley, nadie es culpable de desobedecerla. 16 Por eso, para que la promesa de Dios tuviera valor para los descendientes de Abraham, Dios no pidió nada a cambio. Hizo la promesa para todos los que confiaran en él. No sólo para los que obedecen la ley, sino también para los que confían como Abraham. Por eso Abraham es el padre de todos nosotros.

Cuando entendemos el origen de nuestra identidad, sabremos nuestro propósito, la mayor posición de Dios es ser Padre y la mayor posición de Jesús es ser Hijo que es la misma posición de nosotros.
Cuando sé que soy hijo y no huérfano reconozco cual es mi rol y lo cumplo, leamos 1 Pedro 2:9
Pero ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa.
Jesús como primogénito cedió su posición espiritual para que nosotros tomáramos la primogenitura y recibiéramos la bendición del pacto.
Cuando Dios nos ve, también ve el reflejo de su Hijo, ve su sangre y ve el pacto que nos ha hecho.
Recuerde siempre que nuestra posición es de hijo y no de huérfano, un hijo tiene un pacto eterno lleno de promesas, mi identidad espiritual es la que me define y no lo que este mundo quiere imponer.