Cuando se menciona el Reino de Dios, hacemos referencia a aquel Reino que está constituido por el Padre, Hijo y Espíritu.
Si vemos la Palabra de nuestro Señor, en 1 Corintios 15:58 menciona:
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.”
Los hijos de Dios somos nosotros, los que se involucran con la obra Eterna. Somos obreros portadores del Reino, aquellos que disponemos nuestra vida y vivimos por nuestro propósito Eterno.
Desde antes de haber nacido hemos sido llamados con un propósito en el Señor, nuestra riqueza está en su obra y en Su Espíritu.
Cuando servimos no hacemos más que involucrarnos con la obra de nuestro Creador. Es por ello que debemos hacerlo con ferviente Espíritu, sin importar las pruebas que se presenten. Las pruebas nos permiten probar y perfeccionar nuestra fidelidad al Señor. Así lo menciona Romanos 12:11 diciendo:
“En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”
Si Dios prueba nuestra fidelidad a través se fuego. Es el Espíritu Santo el que nos lleva a servir a Dios.
No es casualidad el haber conocido la Verdad de Dios, tampoco el estar involucrados con su obra. Por tanto debemos esforzarnos y permanecer en la gracia de Cristo.