“Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba,” Juan 13:3. Hay tres cosas importantes que Jesús sabía:
- Que el Padre le había dado todas las cosas.
- Que en sus manos había recursos ilimitados
- De dónde viene y a dónde va.
La bendición del Padre es lo más grande que nosotros podamos recibir, pero es necesario que entendamos, que la bendición está por encima de todas las cosas que Dios nos da.
Cómo hijos sabemos que caminamos en la bendición del Padre y que no necesitamos ver el resultado; pues por la fe creemos que todo lo que le pedimos, Él nos lo dará, sin embargo; su bendición es lo más importante.
De esa manera, podemos decir que cuando tenemos un encuentro con su paternidad y una relación de padre e hijo con Dios, se nos revelará que caminamos con la bendición del Padre.
Los hijos sabemos que podemos ir confiadamente al Padre, ya que su bendición nos hace sentir seguros. Más allá de nuestros errores y faltas, Él es Padre y siempre nos bendecirá.
En ese sentido, es necesario que sepa que quién nos revela la bendición de Dios como padre, es el Espíritu Santo, Él nos da una revelación fresca. Esto quiere decir, que es continua, es algo que debe ir en crecimiento en el espíritu.
Dios no tiene limitaciones como Padre, y nosotros como coherederos conjuntamente con Cristo Jesús, podemos acceder a sus bendiciones ilimitadas, sólo necesitamos tener identidad de hijos.
Cuando tenemos revelación y conciencia de que somos hijos de Dios, es cuando conocemos nuestro propósito y llamado en el reino.
De ese modo, es lamentable ver que actualmente en el mundo hay mucha orfandad, pero quiero darle una buena noticia: Jesús vino a restaurar la relación del Padre con su creación, a restaurar la paternidad en nuestros corazones. En Jesús hay restauración del alma.