Hace una semana vivimos un tiempo hermoso en la conferencia Cosecha de los Últimos Tiempos, y no es un nombre por azar, es lo que Jesús profetizó para su segunda venida, si vemos en las Escrituras, se anuncias acontecimientos que son preámbulos de su eminente regreso. Uno de ellos, es la cosecha de almas, por tanto, los hijos de Dios debemos movilizarnos y ser diligentes, pero además, se viene el tiempo de la cosecha en todas las áreas, de todo lo que hemos sembrado, en las finanzas, tiempo y todo sacrificio.
Entonces, cómo iglesia necesitamos acelerar, mantener y retener esa cosecha, ¿como lo hacemos?
¡A través de la relación con Dios por medio de la oración!
Cómo creyentes, debemos tener un estilo de vida de oración, ¡es necesario y vital! Y nuestra relación diaria se establecen en la cruz, así como lo lee, en su dos formas:
– De manera horizontal: es una relación con mis pares (con la familia, los hermanos)
– De manera vertical: es una relación con Dios
Si una de estas dos no funciona, hay un problema. Usted puede decir: “tengo una buena relación con Dios”, pero tienes falta de perdón, entonces no tienes buena relación con Él. Es decir, las dos tienen que trabajar de la mano.
La relación es con Dios y con nuestros pares, si una no funciona, la otra tampoco.
Cuando nos hacemos uno con el Señor, nuestro corazón comenzará a ser más dócil, y podrá amar con libertad.
La Biblia nos dice que el que no perdona es homicida, pero también nos dice que debemos perdonar 70 veces 7. Porque eso mostrará el fruto de nuestra relación con Dios.
El diablo trabaja arduamente para separar, para dividir, porque sabe que donde hay unidad hay poder y frutos sobrenaturales  lo hace con los matrimonios, con la iglesia y las familias.
¿Por qué el enemigo ataca las relaciones?
– La relación genera poder (Daniel 11:32)
– Porque el poder se origina de una relación (Efesios 3:20)
Fuimos creados para relacionarnos, pero el enemigo usa estrategias para que nosotros entremos en contiendas, peleas, porque él sabe que una relación te empodera.
1 Juan 15:1: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. ”
Cuando oramos, hay muchas cosas en nosotros que están cambiando, y es ahí donde nos poda para que demos frutos.
Recuerde que no podemos dar frutos si no estamos unidos a la vid, a Jesús.
Si seguimos leyendo lo que dice este capítulo de la Biblia, vemos cómo Jesús nos enseñar a tener una relación, a ser uno a través de la oración.
Necesitamos tener un allí, un lugar de intimidad con nuestro Creador. En ese allí, somos restaurados, afirmados, sanados, fortalecidos, experimentaremos la paz que no nos dará nadie más.
Cuando tenemos esa comunión comenzamos a ver y escuchar lo que Él está hablando.
Entonces, ¿Cómo la desarrollamos esa vida constante ?
– Orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17-18)
– Por activación y asociación, esto es, rodeándote de personas de fe y oración, que te impartan de lo que Dios les ha entregado.
– Sacrificio de tiempo, de esfuerzo para levantarse a orar. ¡Perseverar ante las tentaciones (Mateo 26:41)
También:
– Crucifiquemos la carne
– Comprometámonos
– Entremos en pacto con Dios
– Pidamos gracia sobrenatural para orar en todo tiempo
– Rompamos con los pensamientos y oremos en lengua
Debemos tener clara nuestras motivaciones al orar, estas no deben ser temporal, deben ser continuas, y estas son:
1. Entender que es la voluntad de Dios que seamos hombres y mujeres de oración (Mateo 6:9-10)
2. Temor de Dios
3. El amor a Dios, ¡anhelar estar con nuestro amado!
¿Por qué debemos orar?
-La oración es donde somos empoderados
-Para no rendirnos
-Para no entrar en tentación
-Para vencer el pecado
Muchas veces no verás la respuesta inmediata, todo tiene su tiempo, es como un embarazo, se va gestando ¡no desmayes! Que eso no te haga retroceder, sigue empujando, sigue perseverando.
Es el tiempo, familia. De sumergirnos más, esforzarnos más en nuestra relación con Dios. No dejemos que el enemigo nos robe lo que el Señor nos ha entregado. En el allí, florecemos, crecemos, retendremos el fruto y bendeciremos a otros. ¡Hagamos de la oración un estilo de vida!