Desde el principio Dios estableció como ley la multiplicación, lo que significa que toda semilla que sea sembrada será multiplicada, ya que en Él no existe el restar o dividir.

Otro de los principios fundados por nuestro Creador lo encontramos en Salmos 19:1-4 y 148:7-9 donde notamos que todo lo que fue creado por Él es para alabar su presencia. Esto significa que la adoración es importante para Dios, pero también para nosotros.

Alabarlo y adorarlo ocurre porque Dios ya sabía que en medio de nuestra proclamación de su grandeza podemos creer que todo es posible.
Es por ello, que cuando ya no podemos más o nos sentimos agobiado por las situaciones adversas de la vida, y empezamos a adorar se cumple la ley de la transferencia, todo lo que sembramos en adoración produce frutos y algo ocurre dentro de nosotros.
Si los montes, el viento y todo lo creado adora a Dios, cuánto más los hijos que hemos sigo redimidos.
Al leer lo que dijo el salmistas en Salmos 8:1-9 aprendemos que Dios es un Dios de siembra y cosecha, no nos podemos quedar estancados llorando por lo que perdimos o por lo que no tenemos, sino determinarnos a reconstruir y avanzar por lo nuevo que Él nos va a dar.
¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!”
Dios está dando semilla, y en su Reino hay principios, lo que se siembra se cosecha.
El libro de Lucas 19:37-39, nos narra como una multitud de discípulos se gozaron y alababan a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto. Es tiempo de alabar a Dios por todo lo que ha hecho en nuestra vida.
37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
Juan 15:7-9 destaca que en Él llevaremos muchos frutos, para ello debemos ser una tierra fértil.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Dios inicia una temporada de cosecha para quienes hemos sembrado con lágrimas, oración, semilla y servicio.
Mientras lo adoramos y alabamos ocurre una transferencia y se cumple lo que establece Juan 11:28 “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”, hoy somos libre de todo lo que no viene de Dios y recibimos libertad y creemos en su promesa de cosechar todo lo que hemos sembrado