El Señor me ministró algo para este día, y es importante que como hijos de Dios entendamos qué hay principios y leyes bíblicas que no cambian, que son inmutables, y una de esas tantas es la ley de multiplicación.

Hay muchos ejemplos en la Palabra sobre esto, ¿recuerdan cuando Jesús se paró delante de una higuera? ¿Y cuando les dijo a Adán y a Eva que se multiplicaran? Todo fue creado para dar frutos, incluyéndonos a nosotros. No olvidemos que fuimos creados a su imagen y semejanza, en sus atributos, en el amor y poder. Y Él es un Dios de frutos y multiplicación.

El Señor también nos da semillas para que produzca frutos y multipliquemos según el género en todas las áreas de nuestras vidas.

Cómo todo ciclo de siembra en la tierra, así también debemos cumplirlo, si hay semillas, hay que sembrarla para que germine y de esa forma recibir el fruto. Como hijos de Dios, podemos ser adoradores, predicadores, pero también debemos ser multiplicadores.

Hay otras semillas que debemos poner a trabajar. Salmos 19:1-4: nos expresa más sobre esto:

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol;”

Hablemos de los sonidos que emitimos que son semillas, y producen frutos visibles en la tierra, nos pasa con las oraciones, con la adoración. Son sonidos que provocan algo.
Otro texto que respalda es Salmos 148:1-9, la alabanza y la adoración es la forma que expresamos el fruto de nuestro agradecimiento.

“Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos. Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre de Jehová; Porque él mandó, y fueron creados. Los hizo ser eternamente y para siempre; Les puso ley que no será quebrantada. Alabad a Jehová desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; El fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra; Los montes y todos los collados, el árbol de fruto y todos los cedros”

Levantar la voz y exaltar al Señor, es depositar semillas para que produzcan frutos. En medio de toda situación, declaramos lo que dice Hebreos 11:1, ” Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.porque ese sonido se hace vida en el cielo y la tierra”.

Les insisto en esto, un sonido es una semilla que plantas en lo espiritual y produce un fruto. Dios quiere provocar cosas, y cuando empiezas adorarle emites un sonido y se produce algo en la tierra, ¿Lo crees?

El sonido que nosotros emitimos adora a Dios, es por eso que Él busca adoradores que lo adoren en Espíritu y en Verdad; en otras palabras, busca quienes abran su boca para adorarlo porque no se puede adorar sin emitir palabras.

El sonido de nuestros labios es la primera semilla que Dios no entrega para adorarle, declarar y pedirle, en virtud de llamar su atención porque demuestra que nuestra confianza está puesta en nuestro Creador.

Ejemplo de ello es que cuando alguien nos llama por nuestro nombre nosotros respondemos, nuestra atención está siendo cautivada.

Lo mismo sucede cuando nosotros adoramos, llamamos su atención, es por ello que la adoración de labios cautiva la atención de nuestro Dios y en el cielo hay un silencio porque Él desea y le gusta escucharnos.

Cuando adoramos a Dios hacemos uso de la semilla que Él mismo nos dio y que nosotros ahora estamos multiplicando, la cual traerá un fruto de su parte, ya sea de provisión, liberación o sanidad.

El mismo Dios nos dejó testimonio de la importancia de emitir sonidos, porque su Palabra establece que “todo lo que respire alabe a Jehová” y que aun los niños y los amamantados cumplen con este principio, leamos Salmos 8:1-9:

“¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!”

Algunas personas o circunstancias van a querer acallarnos para que no sigamos adorando o testificar las maravillas que Dios ha hecho, como sucedió con los discípulos de Jesús y que quedó registrado en Lucas 19:37-40, pero nuestro deber es seguir elevando cánticos de amor ante su presencia y contar todo lo bueno que Él ha hecho en nuestra vida.

37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40 Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si estos callaran, las piedras clamarían.”

Recordemos siempre que la adoración es una semilla que debemos multiplicar, pues trae frutos, multiplicación y provoca algo en el cielo y se manifiesta en la tierra.