“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” Efesios 5:1-2.
La Palabra nos revela que andar en el amor de Cristo, es un estilo de vida. El amor humano es ególatra, tiene límites y condiciones, mientas que el Señor ama de manera sobrenatural, abundante e infinitamente.
Por tal razón, el amor de este mundo no tiene nada que ver con Cristo. En Juan 3:16 vemos que de tal manera nos amó que entregó su vida por nosotros para darnos vida y salvación.
Todos los seres humanos nacimos con la necesidad de ser amados y si bien es cierto que necesitamos que nos amen nuestros padres, nuestros hijos, familia y los que nos rodean; déjeme decirle que la única persona que llena ese vacío en nuestro corazón se llama Jesús, Él es la mayor demostración de amor.
En 1 Corintios 13:3-8, la palabra de Dios nos describe las características del amor verdadero. Aunque nos hieran, nos traicionen, murmuren en nuestra contra, el amor por otros debe permanecer porque es un pacto eterno.
Ahora bien, debemos entender que el Padre quiere que sus hijos se amen los unos a otros como Cristo nos amó (1 Juan 4:7-8). Sin embargo, no se puede amar de verdad si no se conoce a Dios, porque Dios es amor.
Asimismo, para que podamos amar a otros, primeramente tenemos que amarnos a nosotros mismos, escrito está en Gálatas 5:14. En resumen hoy les digo, amen a sus prójimos y perdonen a sus enemigos (Mateo 5:43-48).