Cuando nosotros vemos las escrituras sabemos que todo el origen comenzó con Dios haciendo todo de la nada.
El diseño original era que el hombre se enseñoreara sobre lo creado, pero lamentablemente debido al pecado fue expulsado del huerto y perdió todo esto.
Durante mucho tiempo la humanidad ofreció sacrificios para redimirse de los pecados. Todo esto pasó hasta que Jesús fue entregado como el único y eterno sacrificio para poder acercarnos nuevamente al Padre.
En Éxodo 5:1-3 Dios le da conocer a su pueblo el deseo de su corazón, le enseña que a pesar de estar en el desierto hay que tener un cambio de mentalidad y pasar de una mente esclava a hacer un dador.
“Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. 2 Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. 3 Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada.“
Dios le enseñó a su pueblo que en medio de la crisis no se pide, sino que se le ofrece sacrificios, adoración y fiesta.
Lamentablemente, cuando estamos pasando por problemas ponemos nuestra mirada en eso y perdemos el enfoque en Cristo, por eso el Padre insta a su pueblo a celebrarlo en medio del desierto, para darles a conocer una gran enseñanza, que aunque estén en situación adversa su corazón es libre de adorarlo.
Cuando detallamos el caminar de Cristo nos encontramos que Él era el mejor en dar y no en demandar, y a eso nos quiere llevar Dios, que recordemos que en nosotros hay una fuente de agua viva para dar porque Cristo vive en nosotros.
En Juan 4:14 observamos como Jesús ya depositó esa agua que genera una fuente que salta para vida eterna; es decir, cada uno de nosotros somos una fuente que lleva salvación a otros.
“pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna”
Para que Romanos 8:35 se cumpla debemos tener mentalidad de reino y pelear en oración la buena batalla de la fe.
“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”
Para volver al diseño original debemos cumplir lo establecido en Romanos 12:11 “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”.
Dentro del Reino siempre hay lugar para servirle a Dios, porque dentro de nosotros ya Él depositó lo que podemos dar.
Sí puede haber un cambio de mentalidad y para ello también debemos guardar nuestro corazón porque de el mana la vida.
Para limpiar nuestro corazón debemos cumplir lo establecido en Efesios 4:31 y Levítico 19:16-18
“31 Quítense de vosotros toda amargura, y enojo, e ira, y gritos, y maledicencia y toda malicia. 32 Más bien, sed benignos los unos con los otros, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo”.
“16 No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. 17 No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. 18 No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.“
Debemos recordar que fuimos creados para dar y servir, que debemos salir de la mentalidad de esclavo y comencemos a ofrecer adoración y sacrificio en todo tiempo.