“Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que digo. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” 1 Corintios 10:14-16.
Comunión es koinonía, que significa compañerismo, participación, amistad, contribución, unión en común, compartir.
Aunque somos diferentes en edades, culturas o nacionalidades, tenemos algo en común y que nos hace estar unidos, se trata de la sangre de Cristo.
De ese modo, necesitamos entender que lo que nos une es la persona de Jesús, porque el murió por ti y por mí. Y cuando llegamos a entenderlo, nos volvemos uno con el Padre.
La Biblia en Daniel 11:32, nos resalta una palabra importante “conocer”, la cual habla de aquellos que tienen una comunión íntima con Dios. Es decir, quien tiene una comunión íntima con el Padre, producirá lo que Dios produce, “se esforzará y actuará” como lo dice dicho versículo.
Con la religión y sin revelación, se llega a creer que solo los pastores son los que tienen poder para sanar y hacer milagros, pero todo el que tiene comunión con Dios puede desatar un atrevimiento sobrenatural. Tenemos un Dios que siempre se va a mover en la dimensión de lo sobrenatural.
En ese sentido, la comunión mostrará a gente atrevida, porque Dios nos hace leones para producir lo que nunca antes hemos hecho. Hay tres cosas que engloban lo que nos mantiene en comunión como Iglesia:
- La vida de Jesús
- La naturaleza de Jesús
- Los propósitos de Jesús, la expansión del reino
El enemigo anda buscando romper la relación que tenemos como cuerpo de Cristo, pero si nos mantenemos en comunión íntima con el Padre y le conocemos, no habrá nada que nos haga familiarizarnos y entrar en religión; más bien, nuestra relación se fortalecerá por la sangre del cordero.