En el capítulo 1 del libro de Jonás, vemos la tarea que Dios le encomienda a este hombre basada en malas noticias para la ciudad de Nínive, que sería destruida debido a que sus habitantes caminaban de espaldas a su Creador.
Habían ciertas cosas que pasaban por el corazón de Jonás, por lo que prefirió huir ya que no quería cumplir el llamado que Dios le había dado, ¿cuántos de nosotros nos hemos sentido así?
Hay dos razones por lo que Jonás huyó, la primera fue por temor de ir a una ciudad pecadora que tenía falsos dioses y la segunda por enojo, porque consideraba que no se merecía la salvación por ser irreverente delante de Dios.
Si hay algo que Dios le agrada es obedecer desde el principio como lo señala 1 Samuel 15:22, ya que toda desobediencia trae consigo consecuencias trágicas y la decisiones que tomemos ahorita bendecirán o maldecirán  a nuestras generaciones.
Muchas veces nosotros nos hemos sentido como Jonás, con ganas de huir de hacer la voluntad de Dios; ya sea por temor de predicarle a alguien que creemos que no se merece la salvación o que no va a recibir el mensaje.
Aunque muchas veces desobedezcamos a Dios, Él va a cumplir su plan en nuestra vida; es decir, aunque huyas de ciudad nuestro Creador hará que cumplas su propósito, tal como lo menciona Filipenses 1:6
En el capítulo 2 observamos como Dios es un Dios de oportunidades, y Jonás en el vientre del gran pez reconoce su error.
De la misma forma vemos a Jeremías en 1:6 justificándose delante de Dios, pero como el Señor tiene un plan le responde lo que tiene preparado (Jeremías 1:7).

Al leer Jonás 3:1-10 vemos a Dios dándole una nueva oportunidad a Jonás, el llamado es para cada uno de nosotros para que dejemos de huir, porque adónde quiera que vayamos nuestro Creador nos alcanzará.

En este pasaje bíblico vemos que Jonás predicó el mensaje por 40 días en Nínive, el pueblo se arrepintió de sus malos caminos y vino salvación de parte de Dios.
Tomando como ejemplo lo que Dios hizo en la ciudad de Nínive nos damos cuenta que las naciones de la tierra van a cambiar cuando las iglesias nos enfoquemos en predicar las buenas noticias del Evangelio de Dios a todos sus habitantes.
Es por ello que hoy le pedimos perdón a Dios por la desobediencia, por huir y justificarnos para no predicar su palabra, declaramos lo que está escrito en Salmos 139:23-24 23 “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos. Y ve si hay camino de perversidad en mí y guíame por el camino eterno”.
Hemos recibido en nuestro espíritu esta palabra y reconocemos que tenemos una asignación divina, por lo que tomamos la decisión de predicar sin importar el mensaje que Dios nos entrega igual lo llevaremos y sin importar el tiempo que esto conlleve, porque sé que Usted cumplirá su palabra.