La adoración verdadera es preparar un canal por donde Dios se va a manifestar, cuando comenzamos a adorarlo en Espíritu y en Verdad estamos creando una atmósfera, y mientras más adoramos la presencia de Dios desciende con mayor peso.

La adoración no son éxitos humanos, no tiene que ver con talentos o habilidades, tampoco es carisma, la adoración verdadera proviene desde el corazón.

En Juan 4:20-24 vemos que una mujer samaritana tiene un encuentro con Jesús, quien le enseña que no existe un lugar físico único en el mundo donde Dios se manifiesta, porque nosotros somos templo y morada del Espíritu Santo, por ende, Él busca adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad, y es a través de nuestra adoración que se va a manifestar.

Hablamos de una mujer pecadora que había tenido cinco maridos, pero cuando Jesús se revela a su corazón, ella entra en adoración.

Con este encuentro surge una pregunta ¿Existe algún templo dónde se tenga que adorar? Lo primero que debemos entender es que nosotros somos templo y morada del Espíritu Santo, y en cualquier lugar se puede adorar a Dios, además Jesús se manifiesta en aquellos que lo adoran en espíritu y en verdad, porque Dios está buscando tales adoradores.

No necesitamos un evento, esperar el domingo o tener un lugar especial, cuando es Dios quien nos coloca la demanda de que lo adoremos en cualquier momento.

Observamos que esta mujer cuando reconoció que quien estaba delante de ella era el Mesías, no le importó los que estaban alrededor, ella empezó a adorarlo.

La presencia de Dios produce cambios, milagros y liberación, porque la Palabra establece que se “abrirán las ventas de los cielos”, pero para que esas ventanas se abran es necesario adorar.

Muchas personas cuando vienen a la iglesia no saben adorar, otras que ya aprendieron se conformaron con poco cuando hay mucho más.

Si en este momento no sabes cómo adorar, te da vergüenza o te cansa rápido, entonces no estás preparado para ir al cielo, porque cuando vayamos a morar con el Padre lo vamos adorar las 24 horas.

Cuando adoramos en espíritu y en verdad, entramos en el descanso de su presencia como lo establece Éxodo 33:14, este es el beneficio más grande que podemos tener, porque nos rendimos a su soberanía, entendemos que no es nuestra fuerza, comprendemos que hay ángeles que acampan a nuestro alrededor, dejamos de pensar en nosotros mismos y pensamos en Él y disfrutamos de su quietud y paz.

En la adoración Dios toma control absoluto, soltamos nuestros problemas y los beneficios que provienen no es solo por ese instante, sino que, así como aprendemos adorarlo continuamente, también continuamente estará con nosotros su paz.

Es por ello, que en este día nos rendimos delante de la presencia de Dios, dejamos todo a un lado, porque estamos como aquella samaritana desesperados por su presencia y que no le importó quienes estaban a su alrededor, solo queremos adorarlo a Él en espíritu y en verdad.