La pandemia nos ha mantenido alejados de la casa de Dios, pero no de su presencia, aunque pareciera ser que hemos perdido el gozo y entramos en un estado de comodidad.
Al parecer el virus también nos ha quitado la expectativa de reunirnos entre los hermanos y entrar en la gracia de Dios acomodándose en la cueva.
El enemigo ha querido callar la voz de iglesia y esta sensación es lo mismo que pasó al pueblo de Israel cuando estaba en el exilio y tenía el deseo de volver a la casa de Dios.
En este tiempo hay dos grupos de personas; los que están tranquilos y los que anhelan estar en la presencia de Dios.
Parece que hay quienes no extrañan estar en el templo y perdieron el fervor de volver a la casa del Señor. Usted tiene que preguntarse ¿Tengo un deseo profundo de regresar y adorar con mis hermanos en el templo de Dios o estoy cómodo en mi casa?
Si usted tiene un corazón de adorador como el de David, la motivación de volver a la casa estaría latente.
Este deseo lo podemos ver en Salmos 84:1, donde el salmista expresa palabras sobre un lugar sagrado y consagrada para tener un encuentro con Dios, allí no hay maldad ni hostilidad.
El cambio se provoca cuando hay un pueblo con expectativas, es por ello que David declara su anhelo de volver al Tabernáculo que es un lugar amable y bondadoso.
El salmista en Salmos 84:2 describe a Dios e involucra todo su ser para adorarlo y manifiesta que hay que desear estar en su morada.
Iglesia si hay algo que sabemos es que Dios está en todo lugar, pero no se manifiesta de la misma manera en todo lugar.
Tenemos que reconocer que necesitamos estar en la casa de Dios, debe haber un deseo ardiente hasta el punto que la carne desee estar en la presencia de Dios.
No nos damos cuenta que el diablo nos está robando la bendición de estar en la presencia de Dios, porque estando en casa se acomodó en ver el servicio a su estilo y no como el Señor espera que se le adore.
Iglesia, debemos levantarnos en oración y ayuno porque el pueblo debe despertar de la comodidad, porque de lo contrario viene la idolatría.
Era tal el deseo de David estar en la casa de Dios que envidiaba de manera santa al gorrión y la golondrina, porque estas pequeñas criaturas estaban protegidas por el Señor, así está registrado en Salmos 84:3, donde además se hizo énfasis que era un privilegio estar en su morada.
En Salmos 84:4, nos llaman bienaventurados, pero el enemigo nos quiere quitar eso. Para el salmista el Tabernáculo no solo era un lugar para entrar y salir, sino un lugar de permanencia eternamente.
Dios no quiere sólo hacer visitaciones sino habitar y esto se logra con adoración genuina de forma continua.
Nada es más sanador que estar en su morada, veamos Salmos 84:6. Hay dolores que robarán nuestra paz, pero el deseo de tener un encuentro con el Señor no tiene que disminuir porque en medio del valle de lágrimas, la esperanza y la fe se convierten en vida. Llegará la lluvia y Dios saciará nuestra sed.
Salmos 84:7 menciona sobre una fuerza creciendo de camino a casa. Mientras estamos en este caminar algo va creciendo dentro de nosotros.
Nada es mejor que estar en su morada como lo explica Salmos 84:10.
En Salmos 84:11, hay una metáfora sobre los beneficios que Dios le ha dado a los peregrinos.
Para que Dios siga coronando nuestra vida de favores y misericordia debe renovar el deseo ferviente por adorar al Padre en el templo, porque en este peregrinaje la casa está llena.
Hermanos hay algo reservado y poderoso dentro de la casa de Dios. Que bueno es tener expectativas que algo ocurra. El día que salgas de la cueva y vayas a su encuentro, Dios te recibirá y saldrá a tu encuentro y te dirá: hijo bienvenido a mi casa, he preparado un lugar para ti y he reservado tu bendición.
En la presencia de Dios hay luz, paz, protección, gracia y su gloria, estas son las afirmaciones de sus bendiciones.